La competencia, para que nos entendamos, son todos aquellas personas qué a las que por una razón u otra le tenemos envidia (sana o insana): por guapas, por tener cuerpazo, por su pelazo…
Existen dos tipos de competencia:
Competencia directa: Son todos aquellos productos iguales o casi iguales al nuestro que se venden en el mismo mercado en el que estamos nosotros. Es decir, marcas que buscan a nuestros mismos clientes para venderles prácticamente lo mismo.
Ejemplo: Todas esas ‘pelandruscas’ que revolotean alrededor de tu novio. Sus ‘amigas’, sus compañeras de curro, todas esas de cuerpos fibrosos que van al mismo gimnasio, la cajera del supermercado…
Competencia indirecta: La forman todos los productos que intervienen de alguna forma en nuestro mercado, que buscan satisfacer las mismas necesidades de nuestro clientes de manera diferente y con productos sustitutos, que actualmente no son competidores, pero que pueden serlo en el futuro.
Ejemplo: Tu suegra.
Esa adorable y para nada malintencionada señora que siempre recibe una atención extrema por parte de tu pareja, esa a la que la ropa limpia le huele a rosas, esa que hace perfecta la raya a los pantalones y esa que por supuesto cocina infinitamente mejor que tú, “como las croquetas de mi madre, ningunas…”.
¡Ay! Pero qué aburrida sería la vida sin un poquito de competencia que nos haga movernos y forzarnos a mejorar, ¿eh?.
En fin, nosotras tenemos dos teorías:
1: Siempre hay que juntarse con gente más fea que uno si no se quiere ser el amigo simpático (diferenciación).
Qué graciosa conclusión. Yo propongo otra ¿y si dejamos de pensar en cómo queremos que nos vean los demás, incluidas las suegras, y nos centramos en gustarnos a nosotras? Ya veo tarea de sobra en este propósito.
Relacionando tu comentario con el tema del marketing que es el fin de este blog, resaltamos de nuevo el tema de la diferenciación. Al final más o menos todos los productos o servicios del mercado son prácticamente iguales. Elegimos uno u otro por una cualidad que lo hace especial y diferente al resto. Encontrar esa cualidad y saber venderla y explotarla es el secreto del buen marketing.
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